martes, 18 de marzo de 2008

Otro poema... y una estupida reflexion sobre los intelectuales...

No tuve tiempo de corregirlo ortograficamente ni de volver sobre él, sobre su coherencia. Pero no quiero justificarme, ni parecer que lo hago. A veces trato de ser un poeta: un gran poeta, un poeta miserable. Al final ni grande ni miserable: solo Harry. Y quizas los poetas solo son ellos mismos, sino son alguien mas... y creo que cuando son alguien mas.... se ven a sí mismo a traves del cristal... en la contínua tertulia cotidiana.... siendo lo que siempre quisieron ser: como un performance de intelectual, en ocasiones como un intento de humano. No sé, quizas ese simulacro es ser humano verdaderamente... y los intelectuales son lo unicos humanos en su humanidad plastica... y no son todos, solo algunos y empiezo a ser incoherente y creo que debo dejar de hablar de esto y voy poner mi cosita furtiva:


Deja que duerma la flor sobre tus mejillas...
y que se disparen, irremediablemente abismales, las alegrias
que antes fueron tan simples y necesarias.
Como el reflejo indistinto de un sol en cualquier cantidad de agua inmovil,
dejame descubrirte en los ojos tus palabras, tus palabras:
hastio de tu silencio prejuiciado,
tu silencio que se parece a la hojarasca del otoño:
de un otoño que no conozco
donde entre minimos colores, mil colores.
(Aca las estaciones pasan, siguen pasando, indiferentes: iguales)
Y cae la lluvia.
Suave, lenta, humeda y gigante sobre la noche descubierta
para verte a pocas luces
parada, tu siempre estatica, bajo las luces tenues que dibujan las aceras:
tu sombra parece, tambien, un silencio.
Tu sombra se parece a la sombra de los altos edificios, rasca-cielos literales,
que desconozco por igual.
(Aca, nada de rasca-cielos)
Por eso me pierdo en tu sombra
porque jamas logro verla toda, en toda su complejidad,
me faltan las imagines de tu reflejo oscuro,
de tu tras-noche inevitable.
Tu sombra es un edificio negro.

Pero la alegria mas hermosa, mas escencial, mas....
es cuando tu eres lluvia,
cuando no tienes sombra y eres sombra,
cuando el otoño es una realidad tacita en tu cuerpo desnudo,
cuando los edificios se derrumban y cantan,
cuando la alegria duerme en tus mejillas,
y tus mejillas son la alegria
y la alegria es una flor que duerme.

Madrugada... y otro Love Song...

Simplemente estoy aburrido... No tengo mucho que hacer: leo poesía. Aparece un poema desdeñado: A Negro Love Song. No es Langston; cabe señalar que cada vez que es de madrugada y estoy aburrido y no tengo nada que hacer y estoy frente a la computador y oigo a Miles, a Bill, a John, a Charles, a quien-sea... termino en Langston. Esta vez no, descubrí a Paul Laurence Dunbar (www.poets.org). Me parecio musical y me sentí por un momento como si estuviera entre un grupo de Negroes en el sur, quiza en una Iglesia Bautista del sur (para ser mas exactos)... donde todos, entre el sudor y las voces mas hermosas, cantaban: Jump back, honey, jump back. No sé, a uno le surgen estas imagenes extrañas en medio de la madrugada.

"Seen my lady home las' night,
Jump back, honey, jump back.
Hel' huh han' an' sque'z it tight,
Jump back, honey, jump back.
Hyeahd huh sigh a little sigh,
Seen a light gleam f'om huh eye,
An' a smile go flittin' by--
Jump back, honey, jump back.

Hyeahd de win' blow thoo de pine,
Jump back, honey, jump back,
Mockin'-bird was singin' fine,
Jump back, honey, jump back.
An' my hea't was beatin' so,
When I reached my lady's do',
Dat I couldn't ba' to go--
Jump back, honey, jump back.

Put my ahm aroun' huh wais',
Jump back, honey, jump back.
Raised huh lips an' took a tase,
Jump back, honey, jump back.
Love me, honey, love me true?
Love me well ez I love you?
An' she answe'd, "'Cose I do"--
Jump back, honey, jump back."

viernes, 7 de marzo de 2008

Pa' Andorra...

No voy a entrar en explicaciones que, por ahora, poco interesan. Pero hay alguien: alguien conmigo a veces imaginando la penumbra, alguien caminando bajo el sol del medio día, alguien bebiendo café y fumando cigarrillos conmigo “within” Miles Davis. Y a ese alguien le escribí algo, un intento de poesía… un suspiro largo… un beso infinito: (al menos trato de)

(Pa' Andorra, pequeña)

Un graffiti en el entrepierna de una virgen
a veces no es un graffiti del todo:
no pasan los autobuses,
no pasan las venas abiertas de un tecato,
los niños no corren a la escuela
y no hay automóviles familiares empujándote a los lados,
la gente no camina “cabizbaja”,
no pasa el viejo Pedrito vendiendo sus helados,
y es que la soledad y el silencio no se hacen ciudades.
Pero, de todas formas, a veces un graffiti en la entrepierna de una virgen
sí que es un graffiti:
llueve,
pasa ocasionalmente una mano húmeda,
las palabras construyen un mito ciego e irreverente,
se puebla de ecos el vacío dulce y amargo...
los niños no juegan, pero nacen.

Se construyen ciudades de colores:
un graffiti en la entrepierna de una virgen no necesita ciudad...
es pura poesía vertical.

jueves, 6 de marzo de 2008

Lourdes Casal

(Para vós...)

Les cuento: ayer llegue a mi casa a eso de las 18h39, y me gusta poner el tiempo tomándolo de a veinticuatro horas porque me parece mas exacto y suelo tener serios problemas con él. Cuando llegue, todavía había luz afuera, la cual inoportunamente entraba por el sliding door que da a mi balcón; inoportuna porque siempre he preferido la imaginación de la penumbra; imaginación porque cuando esa sutil oscuridad invade las cosas uno, mas que cosas, se las imagina y todo de pronto parece mas lindo. No sé, pero a veces la oscuridad es como una metáfora de luminosidad si me entienden y valga el cliché. Pero bueno, lo que importa es que entre en ese momento y fui a prender la computadora, que esta contra la pared derecha si miras desde adentro hacia fuera a través del sliding door; la prendí. Ella en su escritorio se tomo su tiempo en sonreírme y hacerme sentir su felicidad de verme frente a ella con ese sonidito tan bonito que siempre hace. La toque: mis dedos presionando, sutiles, en sus teclas y la palabra deviniendo por pedazos, letra a letra, en el blanco papel. Papel en sentido figurado creo, porque literalmente no es un papel. Estaba escribiendo algo.

Después de escribir por un tiempo me dispuse a navegar un rato ese océano seguro, esa pequeña inmensidad no-sublime siempre a nuestra disposición: la jodida Internet, red, web… como quieran. La cuestión es que llegue hasta Lourdes Casal , una poeta cubana que me pareció extraordinaria, genial. ¿Cómo la conocí? Pues una vez lei su nombre en un conjunto de nombres en un lugar que no logro recordar, pero de todas maneras no viene al caso. La conocí y decidí compartir mi alegría de encontrarla, pues de alguna manera siempre la estuve buscando, con una amiga. Y pues le mande el link con una indicación de que leyera uno en especifico que me pareció muy hermoso: Columbia. Sorbona. (Primavera 1968). Yo recién los había leído cuando decidí sugerírselos a ella, así que le escribí una pequeña nota explicándole porque quería regalarle a Lourdes, o a ese pedacito de Lourdes. Y de pronto:

te quiero regalar esta poeta,
cubana,
que de repente apareció
y leí algunas cositas de ella
y me gusto mucho
y creo que solo te la regalo a ti
y no se lo digo a mas nadie
y creo también que va a ser mierda
y después me voy a emocionar con alguien
y se la voy a decir también
y ya no serás tu la única en el mundo que la conozcas
y no tendré que hacerte explicaciones cibernéticas de porque quiero regalarte un poema
y sabrás que solo te lo regalo porque me gusta
y porque quiero...

(supongo que se convirtió en un poema el email que se yo)...

Se llama Lourdes Casal.

Vamos, ni tan poético pero algo. Yo entonces pensé que sí era un poemita, así en diminutivo, casi inocente, infantil. Algo bonito, lindo, como una flor silvestre. Y pensé que la poesía era tan fácil, tan repentina; que surgía desprevenida… que las palabras inadvertidamente cobraban ese orden perfecto, ese sonido azul… realmente creí que todo era poesía. No me molestaba ya la luz entrando a través del sliding door, además se era menos la luz ahora: 19h15. Fue uno de esos pequeños momentos, orgasmos sin fluidos, cuando la vida te agarra el brazo y mete sus dedos bajo tu axila y te rasca: ríes incontrolablemente. Que se yo: un silencio. ¿Entienden?

Retomando un poco lo anterior, lo de que a Lourdes la encontré. Pues así es, creo que hace tiempo buscaba a Lourdes o mas bien a alguien que me dijera tácitamente que la vida es una puta. Una puta vieja a la cual en cierta manera nos imaginamos: entonces tuve una erección, pero de esas enormes, y quise con todo mi ser (si es que soy algo) tener sexo con alguien… con una puta. Quise, vulgarmente, chicharme la vida.

Pero no salí de casa a buscar una puta, porque en Río Piedras las putas fuman crack y tienen sida.

lunes, 3 de marzo de 2008

Primera epifanía: el café.

Harry Cardosso, siempre he sido el mismo Harry Cardosso. Sin embargo, a veces siento que soy otro: Pedro Spinoza, Marcos Herrera, Paula Valdomar, funckin’ Emilio Fuentes de Vallegrande. Siento que la gente no me reconoce, que paso desapercibido por todos: yo, Harry Cardosso. Y de antemano disculpen la repetición excesiva de mi nombre, pero de alguna forma tengo que reafirmarme mi identidad.

Digamos que todas las mañanas voy al mismo cafetín a buscar el mismo café y la misma caja de cigarrillos: café con leche (calle), cuatro azucares regulares, Marlboro reds. Así, todas las jodidas mañanas me levanto del catre al que llamo cama. Me preparo, ustedes saben: erguirte, lavarte, mear, vestirte, desayunarte… todo eso. Después, bajo las escaleras grises; paso por el umbral de hierro; salgo a la calle; camino los cuatrocientos cincuenta y dos pasos hasta el cafetín. Mientras camino amanece y pasa el cabrón truck de la basura con Wisin y Yandel, pasan los carros de las mamás con los nenes hacia las escuelas (San José, San Antonio, La Milagrosa, la escuela esa rara por donde nace la Arzuaga; los otros nenes que van a la escuela no tienen carros), los viejos riopiedrenses de antes de las siete de la mañana, los tecatos se agrupan frente a las panaderías a pedir monedas, las guaguas de la Autoridad Metropolitana de Autobuses, las pisa-y-corres (nunca supe como escribirlas) : en fin, mientras camino al cafetín despierta la ciudad.

No se como se llama el cafetín, pero sí se que lo atienden una dominicana y un puertorriqueño y que cada mañana que entro en él siento como si entrara a un cafetín nuyorican en Lower East Side, aunque nunca he ido a Nueva York. A pesar de no saber su nombre siempre voy al mismo y suelo llegar, de lunes a viernes, alrededor de las seis y cuarenta y cinco de la mañana, hora local. Hago mi fila callado, espero un silencio, abro suavemente la boca como no queriendo hablar:

-Unos Malboro regular y un café para llevar.
-Cinco treinti-cinco.
-Gracias.

En los dos años y medio que llevo viniendo a este cafetín nunca me han devuelto las gracias. Ni un cabrón de nadas en fuckin’ dos años y medio. Durante los primeros seis meses pensé que era por la dominicana, pero después de que paso lo mismo con el boricua entendí que los dos, eran unos cabrones pendejos antipáticos conmigo. Yo llevaba viniendo consecutivamente a ellos con la esperanza de que me reconocieran, de que algún día me preguntaran casualmente como estaba o que me comentaran alguna molestia de esas que uno cuenta cuando quiere hacer conversación amable en las mañanas con los desconocidos. Pero nada. Simplemente me daban lo que pedía y volvían a los otros. Con ellos, los otros, sí que se relacionaban… hijos de puta.

-Mi amor, unas tostadas con mantequilla y un cafecito.
-Enseguida. ¿Cómo estan los muchachos?-contestaba sonriendo la dominicana mientras le daba la espalda al viejo que la llamaba mi amor para hacer las tostadas sobre un counter de mil colores, sucio y repleto de artículos inútiles que el tiempo aglutina sobre los espacios.
-Pues ya tu sae’ ahí, en la escuela y jodiendo con cojones. Como siempre, esos muchachitos no se están quietos.

Sonreía de nuevo, y preparaba el café. La maquina de café que tenían era una maquina de espressos, así que de una colada servia doble. Yo siempre me quedaba absorto mirando el humo que botan esas maquinitas cuando comienzan a silbar mientras cuelan el café, este es uno de los placeres que mas disfruto en las mañanas a pesar de ser un placer con difusión eréctil porque solo dura unos segundos. Luego de preparar el café del viejo ese (café, leche, palito para menear), toma el otro café y pregunta quien mas quiere. Se lo da sonriente a quien lo quiere (el otro café). Después vengo yo y pido el mío, pero conmigo nada de sonrisas. El trato frío y cruel de un extraño. Siempre salgo de ahí con la impresión de que soy otro, de que cada día por dos años y medio después de las siete de la mañana dejaba de ser yo. Pensé que era irreconocible.

Pero hoy todo fue distinto. Llegue como siempre: 6h43 en la mañana. Hoy el cafetín estaba singularmente repleto y solamente trabajaba la dominicana, el boricua no la acompañaba esta mañana. Entre en silencio y me acerque a la vitrina donde pude ver la avena maltrecha que vendían en aquel lugar, pollo frito, mangú, arroz, pernil. La vitrina estaba abarrotada de gente y yo estaba detrás de una vieja de esas que se creen de lo mas cool porque leen Primera Hora (esa mierda de periódico), siguen Objetivo Fama y usan combinaciones printed del SuperMercado de las Camisetas. La dominicana estaba frenética, parecía una jodida maquina: sirviendo café, haciendo desayunos (que es como un concepto: jamón a la plancha, huevos y tostadas redondas), bocadillos, contestando el teléfono, detallando cigarrillos a los viejos fumadores de guayaberas amarillentas que golpeaban impacientes el zafacón de plástico que había frente a la caja registradora. Era un caos el cafetín. Me dije a mi mismo, valga la redundancia, que nunca saldría de allí, que nunca me prestaría atención (la dominicana). Por razones obvias pensé que me ignoraría, que hoy seria otro de nuevo, que no se acordaría de mi porque nunca lo había hecho antes. Hasta pensé en un nombre alterno: Justo Caminos. Después pensé que era estúpido esto de pensar nombres y que en todo caso el nombre que pensé era estúpido también. Bueno, igual, lo importante es que me estaba dando por vencido: por primera vez en dos años y medio me iba a ir del cafetín sin los cigarrillos y el café, con las manos irremediablemente vacías. Justo cuando resolví virarme e irme, la dominicana me miró, se sonrió:

-Para llevar, ¿verdad?
-Eh… sí, gracias.

La puta me dio el café, por primera vez con una sonrisa, y yo le di los jodidos setenta y cinco centavos (ese día tenia cigarrillos del día anterior y no tenia tanto dinero), con una sonrisa también. Fue lo mas grande, me fuckin’ reconocieron: fui yo. Ahora podría venir todas las mañanas de mi vida a mi cafetín; sí, llamarlo mío e ir confiado, invulnerable, indisoluble, erguido, feliz a pedir mis cigarrillos y mi café y hacer preguntas triviales, estúpidas, como si me interesara la vida de la dominicana o la del boricua. Ellos me sonreirían y yo les devolvería la sonrisa. Nos diríamos adiós y me iría de mi cafetín. Quien sabe, quizás hasta comience a comprar el periódico por eso de poder comentar las portadas pendejas de la prensa, mas pendeja aun, del país. Y entre El Nuevo Día y El Primera Hora ser cool, como la vieja en frente mío con su vestido printed del SuperMercado de las camisetas.

Me fui y llovía afuera de mi cafetín. Me moje y recordé que era marzo y pensé en aquella canción “Aguas de Março” mientras fumaba el primer cigarrillo de la mañana y caminaba jodidamente feliz con mi cabrón café entre las manos:


É pau, é pedra, é o fim do caminho

É um resto de toco, é um pouco sozinho

É um caco de vidro, é a vida, é o sol

É a noite, é a morte, é um laço, é o anzol

É peroba do campo,é o nó da madeira

Caingá, candeia, é o MatitaPereira

É madeira de vento, tombo da ribanceira

É o mistério profundo, é o queira ou não queira

É o vento ventando, é o fim da ladeira

É a viga, é o vão, festa da cumeeira

É a chuva chovendo, é conversa ribeira

Das águas de março, é o fim da canseira”

No se hablar portugués ni brasileño.