jueves, 6 de marzo de 2008

Lourdes Casal

(Para vós...)

Les cuento: ayer llegue a mi casa a eso de las 18h39, y me gusta poner el tiempo tomándolo de a veinticuatro horas porque me parece mas exacto y suelo tener serios problemas con él. Cuando llegue, todavía había luz afuera, la cual inoportunamente entraba por el sliding door que da a mi balcón; inoportuna porque siempre he preferido la imaginación de la penumbra; imaginación porque cuando esa sutil oscuridad invade las cosas uno, mas que cosas, se las imagina y todo de pronto parece mas lindo. No sé, pero a veces la oscuridad es como una metáfora de luminosidad si me entienden y valga el cliché. Pero bueno, lo que importa es que entre en ese momento y fui a prender la computadora, que esta contra la pared derecha si miras desde adentro hacia fuera a través del sliding door; la prendí. Ella en su escritorio se tomo su tiempo en sonreírme y hacerme sentir su felicidad de verme frente a ella con ese sonidito tan bonito que siempre hace. La toque: mis dedos presionando, sutiles, en sus teclas y la palabra deviniendo por pedazos, letra a letra, en el blanco papel. Papel en sentido figurado creo, porque literalmente no es un papel. Estaba escribiendo algo.

Después de escribir por un tiempo me dispuse a navegar un rato ese océano seguro, esa pequeña inmensidad no-sublime siempre a nuestra disposición: la jodida Internet, red, web… como quieran. La cuestión es que llegue hasta Lourdes Casal , una poeta cubana que me pareció extraordinaria, genial. ¿Cómo la conocí? Pues una vez lei su nombre en un conjunto de nombres en un lugar que no logro recordar, pero de todas maneras no viene al caso. La conocí y decidí compartir mi alegría de encontrarla, pues de alguna manera siempre la estuve buscando, con una amiga. Y pues le mande el link con una indicación de que leyera uno en especifico que me pareció muy hermoso: Columbia. Sorbona. (Primavera 1968). Yo recién los había leído cuando decidí sugerírselos a ella, así que le escribí una pequeña nota explicándole porque quería regalarle a Lourdes, o a ese pedacito de Lourdes. Y de pronto:

te quiero regalar esta poeta,
cubana,
que de repente apareció
y leí algunas cositas de ella
y me gusto mucho
y creo que solo te la regalo a ti
y no se lo digo a mas nadie
y creo también que va a ser mierda
y después me voy a emocionar con alguien
y se la voy a decir también
y ya no serás tu la única en el mundo que la conozcas
y no tendré que hacerte explicaciones cibernéticas de porque quiero regalarte un poema
y sabrás que solo te lo regalo porque me gusta
y porque quiero...

(supongo que se convirtió en un poema el email que se yo)...

Se llama Lourdes Casal.

Vamos, ni tan poético pero algo. Yo entonces pensé que sí era un poemita, así en diminutivo, casi inocente, infantil. Algo bonito, lindo, como una flor silvestre. Y pensé que la poesía era tan fácil, tan repentina; que surgía desprevenida… que las palabras inadvertidamente cobraban ese orden perfecto, ese sonido azul… realmente creí que todo era poesía. No me molestaba ya la luz entrando a través del sliding door, además se era menos la luz ahora: 19h15. Fue uno de esos pequeños momentos, orgasmos sin fluidos, cuando la vida te agarra el brazo y mete sus dedos bajo tu axila y te rasca: ríes incontrolablemente. Que se yo: un silencio. ¿Entienden?

Retomando un poco lo anterior, lo de que a Lourdes la encontré. Pues así es, creo que hace tiempo buscaba a Lourdes o mas bien a alguien que me dijera tácitamente que la vida es una puta. Una puta vieja a la cual en cierta manera nos imaginamos: entonces tuve una erección, pero de esas enormes, y quise con todo mi ser (si es que soy algo) tener sexo con alguien… con una puta. Quise, vulgarmente, chicharme la vida.

Pero no salí de casa a buscar una puta, porque en Río Piedras las putas fuman crack y tienen sida.

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