miércoles, 20 de enero de 2010

Una mañana con Harry

Harry se despertó con una erección cierta mañana, de cierto invierno, y pensó: “La literatura es un intento de abordar los infinito que desborda la finitud irremisible de nuestra propia humanidad. La literatura es, esencialmente, lo más humano y, paradójicamente, es aquello que está más allá del límite – borroso, escabroso e impreciso – de esa humanidad que esencialmente es. Que sé yo: que me parece que la literatura es ese enigma del hombre, ese ver al humano en todos lados, ese susurro del río que, de repente, más que susurro deviene voz. No sé por qué pienso estas cosas en la mañana; quizás se deba a la concentración de sangre en el músculo deforme, péndulo erguido, que llevo entre las piernas, debajo de la cintura; ¿por qué no la habré invitado a pasar la noche?. Me gustaría desayunar. Pienso en la oda al aroma de Neruda. Ella no está. Sí: la literatura... la literatura.”
Una vez más, en medio de la (mas)turbación matutina, Harry volvió a pensar. Y pensó en una mujer cualquiera, sin rostro, sin fisionomía determinada (con excepción del culo brasileño de esa mujer imprecisa que pensó); una mujer hecha de sombra y silencio, con un sólo gesto que era una curva descendente en el umbral de la espalda: “Preferiría una espalda, tersa y desnuda, a cualquier océano; un par de tetas, a cualquier archipiélago; y un par de manos, a cualquier ancla centenaria. Huidobro tenía razón: el poeta es un pequeño dios. Y yo soy un ángel bastardo. Me gusta el sabor sucio de mis dientes al despertar.”

martes, 19 de enero de 2010

Detritus

Aquellos restos de ti | y no se nada más | y no se nada, mas | porque te quiero | decir | :
que si el amor es una forma sintáctica de éste, que es un caudal de deseo,
y a veces un umbral a ningún sitio,
una antesala vacía;
que si el amor es sólo una forma conforme: no te amo,
ni me conformo con la forma deforme de esta conformidad que es el amor,
y que sobretodo, es amar(te).
Prefiero el delirio febril, la convulsión epiléptica, de saberme solo y
de que mía estás a merced del capricho de cada impulso – plétora sin color de discursos de mí mismo.

La potestad de construirme nostalgias | me pertenece | desde que cerré los ojos | :
como hay un espacio deshabitado, como rehuyes la posición atinada,
la coordenada perecedera de mis antebrazos;
como no me queda más que la obstinación compulsiva de querer re-crearte,
de querer re-crearnos:
por todo lo que te he dicho nunca, juro:
no me ahuyentará la carencia de significados que descubro en tu desnudez,
siempre me apetecieron los planos significantes en los costados de tu recuerdo,
admitiré mi complejo de divinidad,
casi nunca me da frío, pero cuando tú te acuestas,
a mi lado encontré palabras desbandadas,
que re-asiré para lograr la uniformidad de este universo
que tanto imaginamos
y que tanto carece de imágenes precisas:
no sólo por decir, algo, lo digo:
cada vez más te me pareces más a ti misma.

Quien diría que ya no caben más palabras.